A menudo se afirma, y con razón, que las pruebas racionales de la existencia de Dios sólo convencen a los ya creyentes, y esto a medias. Ante ello, el autor se arriesga a proponer otras "pruebas" que se basan no en la razón sino en la propia existencia creyente. Lo hace de un modo tan personal y comprometido que resulta muy convincente.
La cuestión sobre la existencia de Dios no es una cuestión banal. Nos incumbe a todos, creyentes y no creyentes. Y nos incumbe con una realidad que va más allá de sí misma y atañe los confines de nuestro ser, allí donde se esbozan las cuestiones sobre el sentido y el destino. |
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